La pelicula inicialmente se muestra como una comedia dramática en la que el espectador espera ver el modo en que el protagonista se las arreglará para seguir explotando a este pobre viejo y para apoderarse de paso del preciado objeto; sin embargo, la intervención en la historia de Randy, empleado de una compañía de alarmas contratada por Hauer (y un sujeto con un pasado bastante turbio) hará que el asunto adquiera un matiz literalmente asesino.
El hecho de que la pelicula de Jill Sprecher combine el humor, la intriga criminal y una historia que se desarrolla en un pueblecito estadounidense invernal han hecho que se le compare ya con la estupenda “Fargo”, de los Coen. Las equivalencias de este tipo no la favorecen, porque la cinta de los afamados hermanos es indudablemente mejor; pero lo cierto es que la que aquí se comenta tiene un vuelo propio y un encanto particular que no la convertirán en una obra esencial, pero que le pueden brindar al menos un buen rato a quienes gusten de esta clase de cine y exijan la presentación de un relato cuyos quiebres resulten mínimamente ingeniosos.
Es un filme especialmente astuto, que exagera indudablemente las situaciones en aras de la comedia pero no resulta nunca inverosímil. Pero es también interesante que la historia se cuente desde la perspectiva de Prohaska, quien ve lo que se le muestra y lo que está buscando, pero que al final se dará cuenta de que no es el único jugador en esta engañosa partida. Y es que, como ocurre muchas veces en la vida real, las apariencias engañan.
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