venerdì 27 luglio 2012

La partida (1967)

Jean-Pierre Léaud interpreta a un aprendiz de peluquero mucho más fetichista con los cilindros que con el cabello que lava y con las pelucas que entrega a domicilio. La película sigue el insólito recorrido de este adolescente que sueña con correr en un rally y se inscribe sin dinero al volante de un Porsche que no es suyo. Sobre esta intriga mínima se expande toda la inventiva visual del director y se despliega una actuación física fuera de serie de su alter ego (la película es también un retrato de Jean-Pierre Léaud), que intenta reunir el dinero por distintos medios deshonestos, pide prestado un Porsche a su dueño e implica a Michèle (Catherine-Isabelle Duport,  que venía de filmar junto a Léaud Masculino Femenino de Godard) en la aventura al ritmo del free-jazz de Gato Barbieri. Bajo su ligereza manifiesta y reivindicada, La partida señala una inquietud sobre ciertas compulsiones y desajustes que parecen proceder del deseo de posesión de objetos de consumo, tema presente en Barrera y sobre todo en ¡Arriba las manos! Una secuencia formidable de pugilato a raíz de un accidente de tránsito pone en relación a los protagonistas con inmensos carteles publicitarios. Los personajes de la publicidad parecen espectadores de la escena con un aire solidificado hilarante que recuerda nuevamente a Godard con su uso del grafismo comercial en Made in USA. La partida es una película viva, brillante y feliz sobre la juventud que corre, se tropieza y repentinamente arde de amor. Un resplandor de romanticismo negro cubierto de humor burlesco, un grito de rabia que le sonríe a la luna.

giovedì 26 luglio 2012

Sin Nombre (2009)

“Sin nombre”, como desde el principio cabe suponer, se detiene en la desastrosa huida de varios personajes, sobre todo la de una accidental pareja, hacia el paraíso estadounidense. Y la parte del león del viaje se la lleva un tren repleto de inmigrantes que llenan sus techos. Un viaje que, para uno de los protagonistas (un joven miembro de una Mara que se ve obligado a huir tras cometer un crimen que le condena a ojos de sus compañeros de pandilla) arranca en el sur de México, en el estado de Chiapas, pero que para el resto (la chica y su padre, que intenta volver a Estados Unidos, donde ha formado otra familia tras haber sido deportado junto a su tío y su hermano) arranca más al sur, en Honduras, lo que les convierte en doblemente extraños: no sólo serán inmigrantes ilegales al llegar al paraíso prometido, sino que también lo serán en México, el país que atraviesan para conseguir su sueño.

Resultaría extremadamente fácil, y también un riesgo a evitar, dejar que nuestra opinión sobre la película se dejase guiar por las evidentes buenas intenciones que la rigen: la denuncia de una situación que causa cada año la muerte y explotación de muchas personas que tan sólo tuvieron la mala suerte de nacer en el lugar equivocado. Y sin embargo, desde el punto cinematográfico, eso no es suficiente, y lo que tendríamos que preguntarnos es si, como obra cinematográfica, “Sin nombre” funciona. La respuesta es sí, sobre todo sacando el máximo partido a sus mejores bazas (las interpretaciones, especialmente del pandillero interpretado por Edgar Flores o del auténtico diablo de la función, el jefe de la Mara Lil’Mago encarnado por Tenoch Huerta Mejía), al esquema de thriller combinado con la denuncia social o la utilización de unos escenarios naturales que oscilan entre la dureza o la insalubridad (la estación donde comienza el viaje) y el contraste con unos paisajes de una extrema belleza, que ponen aún más de relieve lo extremo de lo narrado. Y sin embargo, el conjunto no llega a emocionar verdaderamente al espectador, quizá porque muchos de los giros de guión son esperados desde el primer momento, o porque tenemos la sensación de presenciar una historia de la que sabemos su final casi desde el primer minuto.

Pero eso no debería ser suficiente para restar méritos a una propuesta empeñada en mantener un alto nivel de calidad, sin escudarse en su interés social y de denuncia para alejarse del espectador. Pero quizá ese cruce entre la comercialidad y lo alternativo termine derivando en un imposible punto medio que impida que la película definitivamente suba.

El Caso Slevin (2006)


MacGuigan intenta emular Singer y Tarantino, con talvez Ritchie a lado, en su film, y lo hace ya desde el principio, va a saco, con unas secuencias casi absurdas, en las que no vemos las caras de algunos personajes. Primer error, que nos pone ya a la espectativa. La capacidad de sopresa se pierde totalmente.

Por lo que respecta a los personajes principales, hay varias cosas que no quedan bien, y te hacen desconfiar durante todo el relato. Me refiero a las actitudes de dichos personajes, segundo gran fallo del film. Hartnett actúa con chulería ante una situación que a cualquiera le hubiera hecho porlomeno preocuparse seriamente!!!!. Eso desconcierta un poco, aunque nos lo pasamos bien con lo divertido que resulta. Y Lucy Liu interpreta a una chica cuya presencia en la película es casi inexplicable, por no decir que ciertas cosas que hace no tienen lógica ninguna, ni están justificadas, por culpa de ser un personaje sin definir, y que casi sobra, salvo para poner el punto romántico a la historia. Y he aquí otro fallo: gracias a ese personaje podemos entender las motivaciones del personaje de Hartnett ante cierta situación. Pero no ocurre lo mismo con otro personaje, un asesino de primera, despiadado y sin sentimientos, que toma una decisión, la cual determina toda la película, pero que es totalmente inverosímil.

Por lo que respecta al trabajo actoral, ya hemos dicho que Harnett está mejor que de costumbre. Yo me atrevo a decir que es el mejor papel de su carrera. Lucy Liu está, y punto. Ben Kigsley, interpretando a uno de los jefes mafiosos, quizá esté un poco excedido. Morgan Freeman, el otro jefe, haciendo gala de lo que es serun gran actor, con un par de momentos sublimes. Y Bruce Willis, un actor que a mí me cae muy bien, pero que en esta película le encuentro un poco soso, como desganado y por ratos poco creíble. También sale Stanley Tucci, haciendo de policía. Le he visto mejor en otros papeles. De todos modos, ver a todos estos actores juntos en pantalla, es una de las bazas de la película.

Paul MacGuigan realmente se esfuerza por hacerlo bien. Y eso se nota en el ritmo que le imprime a la película, el cual nunca deja lugar para el respiro. Y la puesta en escena, por momentos, es bastante efectiva, con ciertos recursos narrativos que la hacen un pelín atractiva. Prueba de ello son algunos juegos con el montaje, y ciertas visualizaciones de los continuos flashbacks que hay a lo largo y ancho del film. Es una pena que luego cometa errrores, como los comentados al principio.

Una floja película, que podría haber estado increíblemente bien, ya que la historia tiene muchas posibilidades.