venerdì 17 agosto 2012

Elephant (2003)


La película, que arrasó en el Festival de Cannes 2003, narra bajo una acertadísima tonalidad espectral y a través de frecuentes licencias, la matanza del Instituto Columbine. Para lograrlo, el cineasta norteamericano se decanta por un tratamiento estético obsesivamente bello -pero no ajeno al horror que larva su historia-, donde el uso de la Steadicam, su pausado ritmo narrativo y la reseñable fotografía de Harris Savides cincelan la genuina personalidad del film.

 Desde su escena inicial, en la que un coche a la deriva contrasta con la plácida perfección que lo acoge, “Elephant” trascurre bajo el dictado de unas leyes gravitatorias de marcado magnetismo. Leyes, por cierto y sin ánimo de caer en la reiteración, fundamentalmente inducidas por tan cautivador modo de retratar su escenario. Y es que es precisamente ésta, su extraordinaria impronta estética, la responsable en última instancia del principal activo del film: esa sensación que transita, amenazante y meditabunda, por su entero metraje. Esa lacerante insatisfacción esencial, hija pródiga de la opulencia, que ataca con especial inclemencia a los jóvenes.

Para dar forma a la película, Van Sant se decantó por la espontaneidad propia del amateurismo. Así, gran parte del cast que integra la peli, son chavales sin experiencia previa en el cine. Y gran parte del texto final que en la misma figura, es fruto de inspiradas improvisaciones.



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