mercoledì 15 agosto 2012

127 Hours (2010)

127 horas es un Boyle puro, festivo como siempre pero tal vez más filosófico que nunca, y hasta podría decirse que toda la película es un tratado sobre el video-clip, sobre lo que este género necesita para calar hondo más allá del roce sensorial y efímero. Y lo que necesita es anclar en un grito. Si la estética del clip se caracteriza por dar autonomía a cada uno de sus componentes en un desfile óptico donde lo único que importa es el instante (así como a Aron, hasta hoy, sólo le interesaba el ahora), la caída en la grieta empuja al personaje -y al film todo- a trascender el efecto fugaz para asumir un pasado y un futuro, tejiendo un trayecto subjetivo que justifique la voluntad de resistir.

En su omnipotencia, la cámara podrá danzar y ser a veces soga, a veces pájaro o a veces Dios, pero siempre regresará al hombre atrapado para auscultar sus palpitaciones. Hay que hacer de ese aventurero una persona como cualquiera de nosotros. Hay que respirar por él. Hay que prepararse para lo inconcebible.

“Si dirigir es una mirada, montar es un latido de corazón”, decía Godard.

Nessun commento:

Posta un commento