No hay voz en off, no hay nada que nos explique la situación por la que están pasando estos hombres, la cámara es lo único que nos habla un poco del trabajo, y lo que es más importante, de la vida.
Una de las cosas que más impresiona de este documental es su imagen, no obstante Michael Glawogger ha conseguido que todas las historias grabadas tengan una apariencia onírica, casi como un sueño (o una pesadilla) sacado de las más febril imaginación. El estilo es sin duda interesante, nuna banal. La imagen cobra (aún) más peso debido a la ausencia de narrador, nada ni nadie ajeno a las escenas nos intenta describir la vida de estos hombres y sus problemas, de hecho no lo necesita ya que el espectador (¿o seré yo solo? estoy generalizando) consigue establecer una relación empatica con los protagonistas del relato casi desde los primeros minutos.
Una joya para su calidad y trabajo, llendo a buscar lugares alrededor del mundo entero, muy poco conocida y que supera a la mayoría de documentales existentes.
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