venerdì 14 febbraio 2014

Gegen die Wand (2004)





Esquematizando al máximo el argumento, sale un drama con fuerte componente amoroso, aunque de romanticismo nada usual. La inserción en coordenadas socioculturales sumamente adversas, con tratamiento duro hasta el tremendismo, lo convierten en un campo de batalla donde esos sentimientos amorosos chocan con severos códigos morales, programas de conducta implantados ancestralmente en el fondo atávico de la conciencia, y con la locura que ya se lleva encima.


¿Qué teoría del amor subyace en la película? Puede que platónica: las almas que estuvieron unidas en el mundo ideal, antes de caer a lo denso, se reconocen en medio de las sombras y el extravío. Ese reconocimiento, asociado a un ‘despertar’, es vivido como un enamoramiento deslumbrante. Se buscan por encima de todo, imantadas, irresistiblemente atraídas, padeciendo cualquier obstáculo que obstruya la unión. El amor: una fuerza trascendente, capaz de operar transformaciones inconcebibles, y con cuyo ímpetu se sale a flote.
Cabe representarlo con la mayor diversidad estética: desde la visión elevada y angélica, casi de espíritus puros a las puertas de cielo, hasta la inmersión en abismos de oscuridad y alienación, a merced de emociones incontrolables, entre las que el amor trata de prevalecer.
“Contra la pared” se acerca más a este último enfoque. La historia se cuenta a ritmo vigoroso, intenso, marcado por rotunda música, y sin ahorrar patetismo: lo ingrato, truculento y demoledor no es suavizado.


Inolvidables Birol Ünel, centrado del todo en el rol y Sibel Kekilli, de magnética fisonomía.




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